miércoles, 5 de noviembre de 2014

150 años repicando en Salamina





Las tres campanas de la Basílica Menor de la Inmaculada de Salamina, tienen una sonoridad especial que traspasa distancias y no es por casualidad. Según los historiadores fueron hechas por un salamineño.

 Entre las gentes de esta población se dice desde hace décadas: “En el lugar que hoy ocupa el Colegio de La Presentación había un pequeño potrero y al frente de la casa un espacio amplio cercado, donde estaba situado un taller de fundición. Allí se elaboraban elementos de bronce, herramientas para el campo y herraduras. Basilio Restrepo, el dueño y dos de sus hijos se le midieron al encargo de fundir las campanas para el Templo de la Inmaculada, labor que en aquella época solo se efectuaba en Europa. Cuando Don Basilio comenzó el vaciado de las campanas, la noticia corrió por el pueblo y las veredas y todos llegaron al lugar, porque nadie se quería perder tan importante acontecimiento. Estando el bronce líquido, los caballeros sacaban de sus bolsillos monedas de oro y de plata y en medio de aplausos las tiraban al caldero hirviente. Igual hicieron las damas, arrojando al metal humeante sus anillos, pendientes y pulseras. 

Historia

Fernando Macías Vásquez, en su artículo “Aproximación a la arquitectura religiosa salamineña”, en uno de sus apartes escribe: “en el año 1862 poco antes de que Salamina asumiera como capital de provincia (Prefectura del Sur de Antioquia), son encargados al ingeniero inglés, Guillermo Martin, los diseños para la construcción del actual templo parroquial, los cuales fueron entregados oficialmente el 26 de octubre de 1865, fecha en la cual el presbítero Francisco Isaza coloca la primera piedra, depositando en sus bases algunas monedas, varios objetos religiosos y una bandera nacional; se dan por iniciados los trabajos que se prolongaron inicialmente hasta el 15 de febrero de 1874, cuando el padre Nereo Medina inaugura la monumental construcción” y concluye: “la arquitectura religiosa salamineña tiene relación directa con el empuje, fe y esperanza de sus moradores, que se convierte en formas y colores para dar paso a una imaginación grandilocuente”.







Fotografias y texto: Luis Fernando Rodriguez Garcia
Salamina - Caldas
5 de noviembre de 2014


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