miércoles, 21 de noviembre de 2012




             El rol del periodista en la ciudadanía digital
Las posibilidades interactivas y comunicativas que ofrece internet han dado lugar a una serie de esperanzas de participación y ejercicio de la ciudadanía, un nuevo espacio público que compensa los restringidos escenarios de participación con los que cuenta actualmente la sociedad civil. Sin embargo, la débil formación política de los usuarios, la gran cantidad de “desechos” que circulan en la red y la falta de moderación de los espacios virtuales hacen que el ejercicio de ciudadanía sea más una declaración idealista que una realidad.

No cabe duda que internet, en tanto que plataforma de comunicación multimedial e hipertextual, se ha ido convirtiendo en uno de los protagonistas de la historia contemporánea no solo por su gran acogida y popularidad a escala mundial (que parecen seguir en aumento), sino por el carácter dinámico y democrático que imprime en las relaciones comunicativas, compitiendo con medios más fríos, hegemónicos y convencionales como la radio, la prensa o la televisión.

La posibilidad de amplificar una opinión, una idea o una representación, por primera vez en la historia, ya no pertenece solo a quienes tienen prestigio social, político o cultural, o a los dueños de los medios y canales de comunicación. Facebook, YouTube, Twitter y los centenares de blogs gratuitos y de libre acceso que inundan la red, dotan a los usuarios de posibilidades de expresión, interacción y comunicación con otros agentes a escala local, regional e incluso global

Amenazas para el ejercicio de la ciudadanía

El potencial comunicativo de internet como plataforma para el ejercicio de la ciudadanía es portador, desde mi punto de vista, de 2 amenazas que es necesario revisar detenidamente. La primera de ellas es la cantidad: como ciudadanos de la era de la información, recibimos día a día grandes cantidades de mensajes, sonidos e imágenes, que en un mediano plazo producen una sensación de aburrimiento y desinterés y nos exigen el desarrollo de sofisticadas habilidades de búsqueda, abstracción y clasificación para encontrar allí algo medianamente interesante.

La segunda amenaza es la calidad: más que una categoría absoluta, pues se sabe que la calidad es un asunto relativo, se refiere a un conjunto de requisitos variables y contingentes; sin embargo, no se puede negar que cuando se trata de un producto comunicativo o cultural son diferentes los resultados obtenidos por personas con formación profesional especializada y con las exigencias impuestas por un medio a los logros de una persona que no tiene las herramientas teóricas y prácticas para elaborar un video, artículo o, incluso, la participación en un espacio de discusión.

El problema de la calidad, en el anterior orden de ideas, está ligado al de la cantidad. Vemos cómo en internet serepiten una y otra vez los mismos videos, idénticos chistes, las mismas imágenes e iguales artículos. Incluso los comentarios tienen a veces la semejanza de un discurso aprendido y repetido. Realmente es muy poco el contenido producido por los usuarios como ejercicio de su libre expresión, se trata de un reciclaje compartido, una colcha de retazos que más que generar diálogo genera confusión. 

El periodista como formador e intérprete

Los párrafos anteriores no son un llamado a la desesperanza. Se trata, sí, de una invitación a mirar críticamente los lugares comunes derivados de una mirada tecno-optimista y poco crítica sobre este medio. Me parece entonces que, en términos de participación política, no tiene sentido tener toda la libertad de expresión si no hay nada por decir, si los ciudadanos digitales no cuentan con la suficiente formación política para participar en los escenarios digitales. Tampoco tiene sentido pronunciar cientos de palabras con los dedos si lo que decimos no tiene incidencia real en las decisiones del país, si no se construyen proyectos concretos que logran tener impacto en los espacios de participación política; más que de participación, estaríamos hablando de “simulacros de participación”,los mismos que hacen creer a los navegantes que ahora, por primera vez, su voz es escuchada.

La labor de los periodistas como formadores de públicos y como líderes de opinión se hace hoy fundamental. Y esto tal vez esté redefiniendo el ejercicio periodístico o generando nuevos roles en la profesión: más que generadores de información, se nos invita a ser intérpretes de la cantidad de noticias, imágenes y sonidos que circulan, a ser quienes propician lecturas críticas y moderan espacios de participación que puedan convertirse en verdaderas esferas públicas.

www.periodismodehoy.com

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