Una
tragedia lo de Charlie Hebdo
Por: Guillermo O. Sierra
Es innegable que existen dos derechos humanos
básicos en toda sociedad que se precie de ser democrática: la libertad de
expresión y la libertad de prensa. Esto lo reitero hoy, debido a los hechos
ocurridos el miércoles 7 de enero del año que acaba de comenzar (¡qué mal
inicio!), cuando dos encapuchados entraron a la sede del semanario satírico
francés de izquierda, fundado en 1992, Charlie Hebdo, y asesinaron a 12 personas,
entre ellos los caricaturistas Charb, Cabu, Wolinski y Tignous, sin dejar de
mencionar a dos agentes de la policía.
Ya sabemos que este respetable semanario se
involucró en el 2006 en un debate internacional (siempre bienvenido) sobre la
libertad de expresión y, por ende, sobre el derecho que tienen los ciudadanos a
estar informados. En el Charlie Hebdo se volvieron a publicar las caricaturas
de Mahoma que habían aparecido en el periódico danés Jyllands-Posten. Había
publicado también el manifiesto de 12 intelectuales, entre los que figuran
Salman Rushdie y Bernard-Henri Lévy, a favor de la libertad de expresión y en
contra de la autocensura. Toda esta ola de opinión ha causado, una y otra vez,
la ira de musulmanes, judíos y cristianos, quienes han levantado no sólo su
voz, sino sus armas, para protestar por lo que ellos denominan "injurias
públicas contra un grupo de personas en razón de su religión."
Hoy, al
igual que cientos de miles de personas en todas las sociedad democráticas,
abiertas del mundo entero, yo también levanto mi voz para decir que la libertad
de expresión, el derecho al acceso a la información y la libertad de prensa
tienen que ser respetadas; bajo ningún pretexto se deben coartar. Lo dije en
este mismo espacio, en una columna que titulé ¿Y… si no hubiera existido
Orlando?: "los medios, más que simples conjuntos de informaciones, son
maneras de estar y pensar, por lo que van creando identidades e historias que,
se supone, contribuyen con el desarrollo de una comunidad y de un país."
Asesinar a los periodistas del Charlie Hebdo es asesinar la democracia. Cada
que se atenta contra quien ejerce el periodismo, es darle cabida a un régimen
perverso y autoritario. Siento que deberíamos, desde la Academia, organizar una
muy juiciosa reflexión sobre lo que significa opinar, hablo por supuesto, de
ese acto que está envuelto en el pensamiento serio y responsable, y que tanta
falta le hace a este país. Pensar, despacio y con buena letra, es una
obligación de todo ciudadano que busque construir una sociedad justa e
incluyente.
Es indudable que la libertad de expresión debe
procurar un control imprescindible sobre aquellos que manejan la cosa pública.
El que exista una prensa libre no sólo hace menos probable y posible el abuso
del poder, sino que incrementa las probabilidades de que las necesidades
básicas sean atendidas.
Tan pronto, los medios de comunicación y los
periodistas divulgan los problemas que padecen los ciudadanos, la falta de
actuación de los gobernantes es completamente intolerable, inadmisible. Los
ciudadanos de ‘a pie’ tenemos el derecho a saber, a estar informados sobre lo
que hace y deja de hacer el gobierno y por qué lo hace. Para ello, es
fundamental transparencia y apertura. Por eso, quiero entender a James Madison,
quien forjó la Primera Enmienda a la Constitución de los EE.UU., que garantiza
el derecho a la libre expresión: "Un pueblo que desea gobernarse a sí
mismo, necesita armarse con el poder que le proporciona la información…"
Me atrevo a decir que las atrocidades que les ocurren a los ciudadanos se hacen
al amparo de la ignorancia.
Lo que les ocurrió a los periodistas del semanario
Charlie Hebdo es una tragedia; con seguridad, estas cicatrices (la misma que
tenemos de Orlando) perdurarán por siempre. Abogo porque los gobiernos tengan
una mayor apertura con los ciudadanos; me parece que ésta es una condición sine
qua non para evitar situaciones extremas. Si los ciudadanos están enterados a
tiempo sobre lo que pretenden quienes administran la cosa pública, quizás las
políticas públicas sean más eficaces y eficientes, así, claro, las decisiones
no sean las más sabias.
Fecha de
publicación:
Viernes,
Enero 16, 2015
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