Por: Fanny Bernal Orozco
En nombre
de lo que la gente llama amor, se cometen muchos atropellos y se pierde la
dignidad con demasiada frecuencia. Hay diversos motivos para que sucedan estos
hechos: baja autoestima, miedo a la soledad, pobre tolerancia a la frustración,
temor al qué dirán, angustia ante el fracaso, asuntos económicos, en fin
múltiples emociones y sentimientos acompañan a algunas personas cuando de estos
temas se trata, están tan acostumbradas a vivir en este purgatorio, que pensar
por un momento en intentar un cambio les llena de inseguridad.
Primero
consideran que no serían capaces de vivir sin pareja y segundo creen que si
vuelven a tener otras relaciones, estas serán peores que la actual,
interiormente no se sienten merecedoras de compartir amor de manera sana o
diferente.
Vemos personas
que no han aprendido a cuidar de ellas mismas, y tampoco saben cómo cuidar una
relación, además esto de aprender o de cambiar les importa poco, saben que
pueden hacer lo que quieran, porque a la compañera (o) que tienen al lado le
falta valor para tomar decisiones y se aprovechan de ello.
Esa
pareja que todavía no se ha quitado la venda, juega un juego muy peligroso para
su salud mental; disfraza, justifica actuaciones, mira para otro lado, a pesar
del costo emocional que asumir esta actitud tiene en su vida e historia
afectiva.
A estos
personajes que siguen con la venda puesta con frecuencia se les escucha decir,
que lo que quieren es vivir felices y tranquilos, y a pesar de que ese es su
deseo, su meta, su sueño no hacen parte de su realidad, mantienen un alto nivel
de estrés debido a los esfuerzos que hacen para aparentar estar bien y tratar
de mostrar que todo marcha bien, sin embargo saben que todo eso hace parte de
la trampa en la que están hundidos.
Son
muchas las causas que pueden suscitar estos comportamientos con la pareja:
falta de amor, de ternura, de cuidado y generosidad, ausencia de respeto, el
deseo constante de controlar y de mandar, la creencia de ser el centro del
universo y considerar que todo debe girar a su alrededor, la necesidad de
agredir y mostrarse a través de actitudes que van desde el berrinche hasta el
escándalo, el rencor, el egoísmo, las enfermedades emocionales, el consumo de
alcohol y otras sustancias.
El paso
por esta vida es un aprendizaje que hay que apreciar y agradecer; vivir bien es
una decisión propia. Es importante tener presente que mantener de manera terca
o esperanzadora una relación tóxica, afecta la salud física y emocional, además
de ser un ejemplo doloroso para los hijos y que así mismo, genera distancia en
las relaciones con otras personas.
Hay que
pensar si vale la pena mantener una relación en esas circunstancias con alguien
que además de todo el daño que genera, ni siquiera es capaz de sentir un
poquito de vergüenza y se ufana ante los demás con su comportamiento. Nunca es
tarde para pedir ayuda y menos para tomar decisiones, quitarse la venda y
terminar una relación que perturba e intoxica.
*Psicóloga
– Profesora Titular Universidad de Manizales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.