Esas viejas calles de Salamina con sus casas de
bahareque y techos de barro, cuentan historias. Muchas de ellas sumidas en el
olvido por voluntad del tiempo. Hoy quien las recorre por primera vez, va del
gozo a la nostalgia.
A la vuelta de una esquina encuentra una torre centenaria sumida
en el azul inmenso o una larga calle bajo el sol ardiente. Todo aquí evoca
otras épocas, tal vez más felices, pero que en la memoria de sus gentes
superviven fabuladas.
En las fachadas y ventanales la madera florece y canta. La
luz de los vitrales en los templos, rompe la suave penumbra y dibuja arabescos
de colores sobre las baldosas centenarias.
Al igual que en las orquídeas, la
belleza de las mujeres de esta tierra codiciada es legendaria y mas cuando en
sus sonrisas fulgura la tarde. Quien llega a esta comarca de ensueño, la lleva por siempre en su corazón.
Fotografias y texto: Luis Fernando Rodriguez Garcia.
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