A Nana, como le dicen sus amigas, hace cerca de dos
meses se la llevó un duende por tres días. Lo preocupante para su familia es
que desde entonces los hechos continúan y su vida cambió.
Héctor Valencia Cárdenas, su padre, es un campesino de
54 años. Cultiva un pedazo de tierra en una vereda de Salamina. En la pequeña
casa de bahareque y techo de tejas de barro, entre matas de café, vive con su
esposa y sus tres hijos, que estudian en un colegio cercano.
La
pesadilla
Una noche de sábado, estaban todos ya acostados,
cuando fueron despertados por los gritos de Nana, de un poco de más de 15 años
de edad, que decía: “Vea, quiteme este animal de encima, que me va a matar”.
Cuando llegaron a su cuarto, espacioso y lleno de muñecos pegados a las paredes,
estaba dormida y entre sollozos, repetía lo mismo. Al domingo toda preocupada les
dijo a su madre y a un hermano, que tenia el presentimiento de que algo malo le
iba a suceder. Esa noche se acostó tranquila, como siempre.
Al
amanecer
Ese lunes, a las 4:30 de la mañana salio al baño, que
queda cerca de la cocina, a un lado del corredor de tabla. Llevaba un radio
pequeño y se alumbraba con la linterna del celular. “Cuando regresaba del baño,
un animal la cogió. Le tapó la boca y no volvió a darse cuenta de nada”, dijo
su padre. Ella duerme con su hermano pequeño. Los padres dicen que es una
muchacha manejable, simpática y alegre, de muchas amigas y que nunca ha tenido
novio.
Desaparición
Ese lunes, don Héctor se levanto antes del amanecer,
se baño y arreglo. Bajó y prendió la moto para irse a trabajar. Pero su hijo lo
alcanzó en el puente y le dijo: “Nana se fue”. Subió y revisó la habitación.
Allí estaba toda la ropa y los zapatos. No encontraron la radio, ni el celular.
Después se dieron cuenta que esa noche del domingo no se había puesto la
pijama.
La madre dijo que a esa hora, cuando la niña se
levantó, escuchó un estruendo y un remesón. No prestó atención y volvió a
dormir, porque esa puerta del cuarto al cerrarla siempre chirriaba.
“En ese momento pensamos que se había ido con alguien.
Pero nos pareció raro que no se hubiera llevado nada”, dijo su padre.
Búsqueda
De inmediato subió a la finca donde trabaja y pidió socorro.
Cerca de 10 personas comenzaron a buscar por cañadas y montes… y nada. Avisaron
a la Policía
y ellos bajaron a ayudar.
Mas tarde comenzaron a marcar al celular de Nana. De
pronto contestó y dijo: “Pa, pa, ayúdeme” y la comunicación se cortó. Mas tarde
les dijo: “estoy sola en una casa roja”. Esto paso el lunes. Con desesperación
todos se fueron a examinar las casas vacías que hay en el vecindario. Nada
volvieron a saber. La angustia continúo el martes y el miércoles, hasta por la
tarde. Tampoco hubo mas llamadas.
Detrás
de la casa
“Desesperado al ver que no aparecía, me fui para el
pueblo donde unos brujos a ver si ellos me decían donde estaba”, añadió. Recibí
una llamada de un vecino, quien me dijo: “su mujer está gritando y desde aquí,
veo mucha gente que se mete detrás de su casa y vuelve a salir”.
Llamó a su hijo para que subiera en la moto a
recogerlo al pueblo. Al llegar, la encontró como sonámbula, con los pies
limpios y a todo el que trataba de acercársele le decía “No, no, no”. “Me le arrime,
la cogi y la llevamos para el hospital”, dijo.
Allí la
subieron en una camilla, le colocaron suero y lo hicieron salir para
practicarle exámenes médicos y saber en que estado se encontraba. Estaba
normal.
“Hola pa”, fue lo primero que le dijo al él entrar. Lo
abrazó y besó. Al preguntarle que como estaba, ella contesto que bien.
“Mucha gente dice que ella misma se araña la cara y
las manos, cuando ese espíritu se le mete dentro. Yo no se” dijo y luego agrega: “Uno le pregunta y ella dice
que no sabe y tampoco se da cuenta. Cuando se miró al espejo dijo que como iba
a ir al colegio así, toda arañada. Pero a pesar de todo esto, no ha faltado a
clases”. Regresaron con ella, a las 9:00 de la noche a la finca. La cambiaron
de habitación.
La
pesadilla continúa
A la semana siguiente, fueron despertados por los gritos
de Nana, que decía en medio del llanto: “No, no me lleve”. Don Héctor prendió
la luz y de un salto cayó sobre ella, la abrazó y ella volvió a ser la de
siempre. Tenía en rostro bañado en sangre. “Ahora estamos un poco mas tranquilos
con el cambio de pieza. Si la va a sacar, tiene que pasar por un lado de
nosotros. Va a ser difícil que se la vuelva a llevar”, dijo el padre. El martes
de la semana pasada pasó un incidente similar.
Fue donde uno de los sacerdotes de la parroquia, él le
bendijo una camándula y le dio agua bendita para regar en la casa y le dijo que
si esto seguía, tenía que hacerle un exorcismo a la niña.
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