lunes, 10 de septiembre de 2012

                Se la llevó un duende y la pesadilla continua

 
 

A Nana, como le dicen sus amigas, hace cerca de dos meses se la llevó un duende por tres días. Lo preocupante para su familia es que desde entonces los hechos continúan y su vida cambió.

Héctor Valencia Cárdenas, su padre, es un campesino de 54 años. Cultiva un pedazo de tierra en una vereda de Salamina. En la pequeña casa de bahareque y techo de tejas de barro, entre matas de café, vive con su esposa y sus tres hijos, que estudian en un colegio cercano.

La pesadilla

Una noche de sábado, estaban todos ya acostados, cuando fueron despertados por los gritos de Nana, de un poco de más de 15 años de edad, que decía: “Vea, quiteme este animal de encima, que me va a matar”. Cuando llegaron a su cuarto, espacioso y lleno de muñecos pegados a las paredes, estaba dormida y entre sollozos, repetía lo mismo. Al domingo toda preocupada les dijo a su madre y a un hermano, que tenia el presentimiento de que algo malo le iba a suceder. Esa noche se acostó tranquila, como siempre.

Al amanecer

Ese lunes, a las 4:30 de la mañana salio al baño, que queda cerca de la cocina, a un lado del corredor de tabla. Llevaba un radio pequeño y se alumbraba con la linterna del celular. “Cuando regresaba del baño, un animal la cogió. Le tapó la boca y no volvió a darse cuenta de nada”, dijo su padre. Ella duerme con su hermano pequeño. Los padres dicen que es una muchacha manejable, simpática y alegre, de muchas amigas y que nunca ha tenido novio.

Desaparición

Ese lunes, don Héctor se levanto antes del amanecer, se baño y arreglo. Bajó y prendió la moto para irse a trabajar. Pero su hijo lo alcanzó en el puente y le dijo: “Nana se fue”. Subió y revisó la habitación. Allí estaba toda la ropa y los zapatos. No encontraron la radio, ni el celular. Después se dieron cuenta que esa noche del domingo no se había puesto la pijama.
La madre dijo que a esa hora, cuando la niña se levantó, escuchó un estruendo y un remesón. No prestó atención y volvió a dormir, porque esa puerta del cuarto al cerrarla siempre chirriaba.
“En ese momento pensamos que se había ido con alguien. Pero nos pareció raro que no se hubiera llevado nada”, dijo su padre.

Búsqueda

De inmediato subió a la finca donde trabaja y pidió socorro. Cerca de 10 personas comenzaron a buscar por cañadas y montes… y nada. Avisaron a la Policía y ellos bajaron a ayudar.
Mas tarde comenzaron a marcar al celular de Nana. De pronto contestó y dijo: “Pa, pa, ayúdeme” y la comunicación se cortó. Mas tarde les dijo: “estoy sola en una casa roja”. Esto paso el lunes. Con desesperación todos se fueron a examinar las casas vacías que hay en el vecindario. Nada volvieron a saber. La angustia continúo el martes y el miércoles, hasta por la tarde. Tampoco hubo mas llamadas.

Detrás de la casa

“Desesperado al ver que no aparecía, me fui para el pueblo donde unos brujos a ver si ellos me decían donde estaba”, añadió. Recibí una llamada de un vecino, quien me dijo: “su mujer está gritando y desde aquí, veo mucha gente que se mete detrás de su casa y vuelve a salir”.
Llamó a su hijo para que subiera en la moto a recogerlo al pueblo. Al llegar, la encontró como sonámbula, con los pies limpios y a todo el que trataba de acercársele le decía “No, no, no”. “Me le arrime, la cogi y la llevamos para el hospital”, dijo.
 Allí la subieron en una camilla, le colocaron suero y lo hicieron salir para practicarle exámenes médicos y saber en que estado se encontraba. Estaba normal.
“Hola pa”, fue lo primero que le dijo al él entrar. Lo abrazó y besó. Al preguntarle que como estaba, ella contesto que bien.
“Mucha gente dice que ella misma se araña la cara y las manos, cuando ese espíritu se le mete dentro. Yo no se” dijo  y luego agrega: “Uno le pregunta y ella dice que no sabe y tampoco se da cuenta. Cuando se miró al espejo dijo que como iba a ir al colegio así, toda arañada. Pero a pesar de todo esto, no ha faltado a clases”. Regresaron con ella, a las 9:00 de la noche a la finca. La cambiaron de habitación.

La pesadilla continúa

A la semana siguiente, fueron despertados por los gritos de Nana, que decía en medio del llanto: “No, no me lleve”. Don Héctor prendió la luz y de un salto cayó sobre ella, la abrazó y ella volvió a ser la de siempre. Tenía en rostro bañado en sangre. “Ahora estamos un poco mas tranquilos con el cambio de pieza. Si la va a sacar, tiene que pasar por un lado de nosotros. Va a ser difícil que se la vuelva a llevar”, dijo el padre. El martes de la semana pasada pasó un incidente similar.
Fue donde uno de los sacerdotes de la parroquia, él le bendijo una camándula y le dio agua bendita para regar en la casa y le dijo que si esto seguía, tenía que hacerle un exorcismo a la niña.
Ellos piensan que por esta región hay espíritus en el aire, que viajan buscando un cuerpo donde meterse. No está de acuerdo con aquellas personas que le dicen: “los duendes no existen. Sáquese eso de la cabeza”.


 
 

 
 



 

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