Fernando Mejia Mejia, una voz desgarrada
Grata fue la sorpresa al hallar en una venta de libros de segunda en Manizales, tres de las primeras obras del poeta salamineño, Fernando Mejía Mejía, firmadas y con dedicatoria dos de ellas para Enrique Peláez y su esposa Rosabel García, publicada la primera en 1961, por la Biblioteca de Escritores Caldenses y editadas en la Imprenta Departamental, en Manizales.
Biografía
El poeta Fernando Mejia Mejia nació en 1929 en Salamina. Su obra esta contenida en los siguientes libros: La Inicial Estación, Cantando en la Ceniza, Presencia de las Imágenes Ausentes, Los Días Sagitales, Elegía sin Tiempo, Mis pasos, La Heredad y el Exilio, Perfiles y Nostalgias. Murió el escritor en Manizales en 1987.
Logró el Premio Nacional de Poesía “Espiral” auspiciado por una editorial de Bogotá. Luego le fueron concedidos los premios “Selección Poética” del Ministerio de Educación Nacional y otro por Extensión Cultural de Cundinamarca y el Primer Puesto en los Juegos Florales del Sesquicentenario de Salamina en 1977.
El hombre
El historiador Jorge Eliécer Zapata Bonilla, en su obra “Tres Letrados Caldenses”, publicada en 2011, refiriéndose a Fernando Mejia Mejia, dice: “era un hombre tímido, cuidadoso de todos los movimientos de su vida que fue siempre silenciosa, sin mayores alteraciones, concentrado en lecturas y en la elaboración de su trabajo. Fuimos compañeros de trabajo y escucharlo era una lección de sabiduría, un recorrido por la literatura universal” y mas adelante agrega: “Era un hombre delicado, muy sensible, se ensombrecía fácilmente y a veces callaba todo un día. Eso me permitió saber de su calidad humana y de que solo la poesía vaciaba el dolor de su alma”.
Los libros
Refiriéndose a la obra “Inicial Estación”, primera publicación del poeta salamineño, en 1961, Rafael Lema Echeverri, dice en uno de sus apartes: “Fernando Mejía es uno de los pocos poetas colombianos que ha tenido la sabiduría de la sencillez, y no la sabiduría de la vanidad. Siempre se le ha visto discurrir por nuestras calles con su carga de sueños puros y de ambiciones celestes.
Su clima, su ámbito, son el clima y el ámbito de la palabra que produce belleza, de la imagen que hace la magia del verso, la suave penumbra de la estrofa. Sabe que la poesía es un misterio gozoso. Un misterio de anunciación, de creación, de revelación y de gozo”.
También sobre el primer libro de Fernando Mejía Mejía, el escritor Humberto Jaramillo, dijo: “Poesía de alta claridad. Y de fieles trasuntos de tristeza. Y de melancólicas soledades. O de melancólicos sueños que son, a veces, sueños rotos. Sueños perdidos, sueños fugitivos, sueños vanos o sueños que naufragan en lontananza…Poesía de diafanidad. Y de sentimiento. Y de tacitas saudades, de taciturnas y extrañas saudades, en ocasiones, esta de La Inicial Estación”.
Escribe el historiador Zapata Bonilla, que a raíz del libro “Elegía sin Tiempo”, el escritor José Miguel Alzate publicó: “La poesía de Fernando Mejia Mejia es autentica. No hay en sus versos paisajes gastados, ni lugares comunes, ni vocablos sobrantes. Lo que hay en ella es la inspiración sentida de un poeta que no sacrifica la palabra ante la medida de los versos. Es una poesía penetrante, rica en vocablos, de imágenes variadas”.
Poemas
Paz
Paz es tener pan sobre la mesa
Y el lecho tibio hasta la madrugada;
Paz es tener la voz esperanzada
En todo lo que acaba y empieza.
Paz es tener en todo la certeza
Y la palabra desamordazada;
Paz es tener la vida desbordada
Sobre el amor, la lumbre y la belleza.
Paz es tener la libertad segura,
Sabiendo que en los campos el labriego
Tiene la vida; ¡no la sepultura!
Paz es tener la patria liberada
Del hambre, el crimen y el desasosiego,
Y solo por el pueblo custodiada.
Regreso
Como un corcel enceguecido
he regresado hasta mi sangre.
Sobre la tierra voy dejando
este alarido indomeñable:
Todo lo grande lo he perdido
sin haber sido yo el culpable.
He retornado hacia el olvido
por los caminos más distantes:
El de la angustia me ha clavado
todos sus clavos torturantes;
el del amor me ha desterrado
con sus vocablos delirantes;
y solo en mi crece la noche
con su tiniebla interminable.
He vuelto a ver mis torvos pies
de perseguido caminante,
que se perdieron en el alba
buscando luz para su viaje;
pero el dolor me ha derribado
sobre un mar de tempestades,
y en mis sueños doncellas y demonios
derrotan torpemente a los arcángeles.
Desde el principio de mi barro
supe la lucha de mis padres,
y grite el caos del génesis
con un furor casi salvaje.
Nunca mi voz fue tan potente
para el destino de la sangre,
ni tanto fuego consumió
mi corazón para buscarse.
En el trayecto de la noche
mi sangre es fuego inevitable,
y mis palabras son hogueras
donde arden leños fraternales.
Busco a los hombres en sus lágrimas
con estas frases sollozantes:
todo lo grande lo he perdido
sin haber yo sido el culpable.
Yo volveré de nuevo
Yo soy el inestable.
Sé que voy al abismo.
Al lacerante abismo de todo lo perdido.
Me colmaron los días de avideces absurdas.
Yo soy un fugitivo.
-Sísifo delirante, clamoroso y colérico-.
Ardo y tremo en la zarza de mis duros caminos.
Quien no ve la rodante candela de mi angustia
proyectar sus infiernos en un cosmos de olvido?
Me detengo en el sitio donde nació mi muerte
para verificar los pasos donde a diario agonizo.
Ah... ¡Si el muro del sueño recobrara mis pasos!
Pero nada…
Yo voy como un profeta…
Como un profeta ebrio que ha perdido el camino.
Quiero todo el silencio…
El silencio que todas las criaturas me deben
por haber soportado la aridez de su grito.
Nacimiento
Quemé más agonías
que soles el desierto.
Desde los pechos de mi madre
empecé a amamantarme de una muerte
que no ha sufrido nadie.
De una muerte que muerde tristemente
veintiunos de septiembre
y un dia lunes en los almanaques.
Y se van mis palabras por las horas
como ciegas serpientes.
Deshilvanan mi voz y la trituran
alfabetos amargos.
Duras letras que ascienden
por caminos de polvo desolado.
Yo no sé si quedarme
en el umbral de este septiembre
esperando el 21.
Pero me duelen tanto los vocablos
que quisiera volver a regresarme.
Regresarme distinto
y no encontrarme.
O perderme definitivamente
en cualquier parte.
Será posible entonces
entender el principio de mis pasos?
O quedarme
en el primer instante
de mi madre?
Yo no puedo elegir
Entre el olvido de la muerte
o la memoria del instante!
Yo no puedo entregarle al corazón
nada amoroso.
Pero si le repito con mi fuego:
Déja de agonizar
y cállate, cobarde!
Deja sobre estos pasos
lo común y lo fácil,
y cáete de un golpe
sobre cualquier número del almanaque!